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lunes, 9 de agosto de 2021

CONVENTO DEL DESIERTO DE CALANDA

 RUTA DEL VIAJE


 

Una vez llegados a la localidad de Calanda, en la travesía de la carretera N-211 a la altura del restaurante Balfagón girar en dirección a la A-226 en dirección a Mas de las Matas; a unos 3 kilómetros a mano izquierda tomaremos un desvío que nos lleva hacia Torrevelilla por la A-2406. Nada más cruzar el río Guadalope, a mano derecha, nos aparecerá una pista ligeramente ascendente y cuyo principio está asfaltado, aunque luego se convierte en una pista de tierra, la cual no dejaremos hasta el final de la ruta. Conforme se va avanzando va cambiando el paisaje que nos rodea y, lo que al principio son árboles frutales, luego se convierten en pinos y carrascas.


El último par de kilómetros se vuelven un poco más difíciles porque vienen curvas cerradas con alguna subida, piedra suelta y se estrecha un poco el camino. Tras dar una curva a izquierdas, aparecerá el monasterio en lo alto de una loma. Antes de llegar a él, aparece una pista que nos lleva a la antigua nevera, mientras a ambos lados de la pista principal van apareciendo restos de antiguas edificaciones que guardarían relación con el convento, como establos, almacenes, molino…


El Monasterio del Desierto fue fundado en el año 1682, aunque estuvo en obras hasta el año 1701, se consagró a San Elías, si bien hoy en día su figura ha desaparecido de la hornacina de la fachada principal. Fue habitado por monjes de la Orden de los Carmelitas Descalzos hasta que se abandonó. 

Se tuvo que reconstruir varias veces ya que sufrió los rigores de las guerras que asolaron la comarca desde 1705 (guerra de Sucesión española) hasta 1938 (guerra civil española). Sin embargo en el año 1814, una vez acabada la guerra de la Independencia, los monjes volvieron al monasterio.  El sobrenombre del monasterio se debe a su emplazamiento, en una zona deshabitada siguiendo las normas de la orden.

En el año 1836 fue abandonado por la ley de Desarmotización de Mendizábal, pasando a manos privadas, hasta que en el año 2021 el ayuntamiento de Calanda lo compró para recuperarlo y convertirlo en un hotel o residencia de artistas. En la actualidad, y debido a su abandono, se encuentra lleno de vegetación, muy vandalizado y en estado ruinoso, lo que le ha llevado a entrar en la lista roja de patrimonio de la organización Hispania Nostra. Está declarado como Bien Catalogado del Patrimonio Cultural Aragonés y, debido a sus enormes dimensiones, se le conoce como “el Escorial aragonés”.


Frente a la fachada del convento hay una pequeña explanada donde se puede dejar el coche si no se quiere dejar en la pista. En el centro de la fachada hay un atrio que hace la función de entrada, sobre el arco central hay una hornacina vacía coronada por una frase en latín. En los laterales de la fachada se pueden observar dos ventanas y dos puertas, una a cada lado del atrio, todas tapiadas.


Nada más entrar a ambos lados aparecen varias capillas laterales; sobre el pasillo central se vislumbran varios arcos que sujetan la iglesia y en el primero de ellos se pueden observar todavía restos de su decoración original. En la nave central se pueden observar los restos de una cúpula que ha sobrevivido al paso del tiempo, aunque está muy mal conservada. A mano izquierda sale un pequeño pasillo que lleva hacia el claustro, antes de llegar a mano derecha aparece una habitación a la que no se puede acceder ya que el suelo se ha hundido y por la izquierda desconozco donde va, aunque parece que rodea el claustro.




Siguiendo hacia delante se llega al claustro, que está lleno de vegetación y se puede uno hacer una idea de sus dimensiones; dentro de él se encuentra el antiguo pozo que tenía el convento, saliendo del claustro y si se sigue rodeando se puede observar la torre campanario y, si nos asomamos con cuidado por alguna ventana, se puede ver un bonito paisaje y la altura a la que estamos en ese momento, ya que si miramos hacia abajo vemos al menos dos pisos más del convento.




Rodeando el edificio, se llega a la parte donde se encontrarían las celdas de los monjes y otras estancias del monasterio como la cocina o el refectorio. Un gran cartel nos avisa del peligro de derrumbe, por lo que es recomendable hacer caso de dicha advertencia.



Para volver a la carretera yo decidí seguir la pista y llegar a Torrevelilla: es una pista de tierra que tiene tramos con mucha curva, mucha piedra suelta y mucha subida y bajada, aunque es algo más cómoda que la que sale desde Calanda, de vez en cuando sale algún poste indicativo que señala la dirección de nuestro destino; en caso de que no aparezcan o no se vean esas señales también hay unos postes de madera pintados con dos rayas, una blanca y otra amarilla (señal de PR, sendero de pequeño recorrido), que nos indica el camino hasta el pueblo.





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